Febr. 6- 1959
Elba:
Esta carta la inicié esta tarde a eso de las seis, en un bar lácteo de la calle Corrientes (ahora son las doce de la noche). Escribí una página pero tuve que romperla por que le cayeron unas gotas de Toddy encima.
Y a esa hora estaba fuera de la oficina porque fuí a pagar un reembolso a domicilio. Fuí a pagarle a una viejita. (La Caja envía a pagar a domicilio a aquellos ahorristas que por disposición médica no pueden trasladarse). A mí me gusta hacer estos trámites porque generalmente me queda tiempo para pasear un rato. 
La carta la había iniciado en un bar que está frente al Gran Rex (uno de los grandes cines), que ahora está dando “Armas de mujer”, con Briggitte Bardot. De allí veía las colas.  
Nuestras cartas anteriores han tenido singulares aventuras. La mía hizo un viajecito extra; la tuya estuvo no sé cuánto tiempo en el buzón que corresponde al departamento “A”. Recién hoy llegó a mis manos. 
Respecto de mi carta, debes disculparme algunas cosas. La letra, por ejemplo, tan parecida a la de los celtas. Y algo que te digo referente a tu hipotético viaje a ésta. En ella te digo que me gustaría que coincidieses con mi licencia; en realidad eso no importa ya que tu explicas que tu excursión sería el sábado y domingo. Achácalo al sueño. 
Hay algo que te quería preguntar. Quisiera que me dijeses si tienes combinado o tocadiscos o si hay alguna persona de tu confianza que lo tenga. Te pregunto porque quizá (nada seguro) grabe algunas cosas que me gustaría que tu oyeras. (Un amigo tiene un grabador precioso.)
Ha sido una muy grata y envidiable noticia que hayas estado en Necochea. Espero que me digas que te has divertido mucho y que has disfrutado de esa magnífica playa. Realmente el honor que entraña el saberme causa de tu encierro en el hotel -mientras tu hermana y tu amiga se habían ido a bailar- me llena de inmodestia. Por suerte después llovió… eso me alivia un poco. 
Lo cierto es que siento una particular satisfacción cuando tú me dices que te diviertes o que sales a pasear o que por uno u otro motivo eras más feliz que de costumbre. Por varias razones siento esta particular satisfacción; pero sería largo enumerarlas. 
Tú me dices que en Necochea había quienes se hacían los locos. Aquí, en Buenos Aires, estamos en vísperas de carnaval. 
Así como para Navidad y Año Nuevo la gente se cree en la obligación de comer mucho y amar a los parientes, en carnaval todos hacen lo posible para divertirse (pero por divertirse ridículamente, como si después de carnaval viniera el fin del mundo o hubiera que ir al frente. 
Aquí, el carnaval se manifiesta en los clubes, en algunos teatros y en la calle, a través de bandas esporádicas que hacen mucho ruido y tienen poca gracia. 
Yo nunca he pasado los carnavales en mi casa. He escapado del bochinche. No creo en ninguna exteriorización de alegría impuesta desde “afuera” (en este caso por el almanaque). En general no creo en nada que sea sistemático. 
Por eso me producen desprecio las tonterías a que se somete el hombre con tal de hacerle el juego a la mediocridad. 
Lo que dices sobre mi vocación literaria debe ser cierto, nomás. 
Ultimamente escribí dos cuentos más o menos honestos para “Estampa”: “Lejano mundo” y “Larga respuesta para una corta pregunta.” En “Idilio” me aceptaron tres: “El color”, “El poeta y la vendedora de salchichas” y “Excursión al club” (bastante elogiado entre los compañeros de oficina). Este último es una crítica burguesa un tanto cínica. Lo han aceptado porque lo consideran divertido. 
En “Vea y lea” -que hace tiempo que no me publican (esa revista se va a fundir)- tienen “El callejón de las izquierdas al hígado” e “Intimidad de la serpiente”.
De “El hogar” ni hablemos… quedaron en publicarme “Negocio con la parca”, pero vaya uno a saber si ya no lo han perdido.
Me preguntas cuando se publicó “Los años encima”. Creo que entre el 10 y el 15 de diciembre. Pero no vale la pena revolver tantos papeles… 
La indumentaria de las alumnas de la escuela normal es más o menos igual en todas partes. Da risa el arcaico concepto de moral que tienen quienes rigen estas cosas. 
Comprendo perfectamente lo que cuentas respecto al hábito que se crea en llevar permanentemente un uniforme tan feo y antiestético. 
La gente que organiza estos regímenes de vestuario debe tener el muy arraigado concepto de que el cuerpo humano es inmoral y pornográfico, y que por lo tanto hay que esconderlo o disimularlo. Hay más obscenidad en sus tontos prejuicios que en una malla bikini. 
No pienso, lógicamente, que uno debiera ir al colegio desnudo, pero tampoco acepto caer en el otro extremo. Es ridículo. 
En la iglesia de mi barrio han puesto en la puerta este cartel: “Se prohibe a las mujeres entrar con escotes o vestidos sin mangas.” ¡qué imbecilidad! ¡Como si en su trastienda mental a los curas no les revolotearan los pensamientos sexuales y las ideas morbosas!
Pero ellos incrementan la idea de que lo humano es dañino, de que la carne es pecado (siempre y cuando no medie el sacramento matrimonial, ¡ah, cínicos!) y de que todo lo que hace a las leyes naturales son tentaciones con las cuales el diablo pretende embaucarnos. 
Acaso estos pensamientos te dejen “helada” (lo que quizá me agradezcas en estos tiempos), pero yo no soy de los que se engañan a sí mismos predicando una moral que no sienten y que no existe, porque no es moral censurar que no es últimamente censurable. 
Hay quienes consideran que las líneas femeninas, esbozadas estéticamente, constituyen un atentado al pudor. Esa gente padece de cualquiera de estas tres enfermedades: hipocresía -religiosidad acendrada- insuficiencia glandular.
Estimo que nuestros “grandes moralistas” son los precursores de tanta inmoralidad ambiente. 
En el caso particular de las maestras, no acepto tu tesis de que ustedes se oponen inconscientemente a agradarnos a “nosotros”. No creo que sea así. 
Si, opino que mi “humor” no es para ser leído. Y a veces ni para ser dicho. Alguna gente que no me conoce no cae a veces que yo he estado hablando en broma. 
Incluso en ciertas ocasiones suelo reirme para mis adentros, y aparento seriedad. Por ejemplo, hace varios días en la oficina. Un compañero estaba hablando por teléfono con su novia. Decía así:
-Ajá… si, si, claro… no; yo no lo apruebo, pero andá… no, no, andá nomás… si si, me fastidia, claro… pero andá nomás… hacé como quieras… 
Y así un rato largo, siempre en ese tonito de perdonavidas. Por fin cuelga, satisfecho, y me dice; 
-No te dije? No va.
Yo le pregunto:
-Y dónde quería ir? Pone cara de galán y se sonríe.
-Al zoológico, con la tía- me contesta. 
Y guarda como un trofeo ese gusto de haber influído en la voluntad de la novia. Pero si ella no es tonta, cansada de tanta tiranía el día menos pensado acabará engañándolo con el lechero. Cosa que celebraría. 
Fuí a ver una muy buena película: “Puente entre dos vidas”, clon María Schell y Marcelo Mastroianni. Es para recomendar… pero no a cualquiera. Es una película sensitiva. Está basada en “Las noches blancas”, de Dostoiewsky.
Bueno, Elba, creo que no queda más que decir. (En verdad quedan infinidad de cosas … que acaso se digan algun día. El expediente de “Temas a tratar en alguna oportunidad” tiene centenares de fojas.) 
Hasta la próxima
Norberto