Noviembre 15- 1959.
Estimada Elba:
He meditado sobre las cosas que me dices en tu carta -muy ilustrativa, por cierto- y creo ha ber obtenido algunas conclusiones importantes.
En primer lugar, me alegra (es una manera de decir) que disientas conmigo porque seguramente todas estas “defradaciones” contribuyen a humanizar el concepto que tú tenías de mí. El que en muchos aspectos sea un tipo contradictorio es algo que tú no habías advertido y que sin duda constituye uno de mis rasgos más notorios.
A tí, a quien siempre he escrito llanamente y sin tapujos, diciendo exactamente lo que sentía (en el momento en que lo sentía), puede asombrarte y hacer tambalear la sinceridad de que eres acreedora, que yo sostenga ciertos conceptos que a veces están reñidos con la común manera de pensar y hasta con mi verdadera personalidad. Ya te he dicho alguna vez que cuando uno se manifiesta así de libremente y reflejando el estado de ánimo que lo posee en ese momento, incurre en equívocos y en contrasentidos que luego cuesta muy poco desenmascarar. Muchas cosas que uno piensa hoy, bien pueden ser antípodas de las que piense mañana. Y aún así, hoy y mañana, solventar una posición honrada.
No te extrañe que en tren de teorizar (y yo soy un hombre práctico, creo) sostenga, merced a la evolución del pensamiento, criterios que se opongan a otros, o que por haberlos desechado o perfeccionado, hayan variado su estructura y parezcan (o sean, nomás) absolutamente nuevos. Imagínate que tratando el amor (nada menos!) es imposible sentar una posición definitiva.
No vamos a discutir si es el 90%, si es el 50% o si es el 82%. Tampoco quiero discutir cuánto hay de sentimiento y cuánto de necesidad fisiológica en la relación “ocasional” que se suscita entre el hombre y la mujer. (Apetencia esta última que tú pareces desconocer -y es asi nomás porque la naturaleza femenina les brinda una ayudita-, ya que tu pretendes que en la atracción sexual, en el acto mismo, el corazón juegue su rol melodramático.) Y es por eso, precisamente, porque me rijo por ideas razonables y concretas, porque no arriesgo mi alma en un beso, que estoy a salvo de los “motines a bordo” y no me pierdo (tengo 27 años) en el laberinto de las pasiones.
En suma, no me he reído esta vez, sino que me apena que tú insistas en renegar de la esencia humana, de los caracteres lógicos que hacen a la vida misma y que nada tienen que ver con tu inocente pretensión de jugar al amor cada vez que uno desea a una mujer y viceversa. Por otra parte, quizá el amor sea ésto y no la espiritualísima versión que hacen de él los ascetas.
Además, no creo que estés muy convencida (y permíteme la deducción) acerca de la conveniencia de superar “esa posición tan egoísta y prehistórica” que confiere al hombre la exclusividad del “harem”. Es muy fácil teorizar al respecto. Y tú, que eres vanguardista en muchos campos, creo que no tienes la ideal carencia de prejuicios necesarios para convertirte también en ésto en una mujer vanguardia.
Naturalmente que no es tuya la culpa -y tampoco existe culpa- puesto que todo depende de la educación moral y ésta, a su vez, del medio que mecaniza nuestra vida. Escapar a ella, como en este caso, equivale a defraudar a las personas que, engañadamente o no, han creído en uno.
Resígnate pués a pensar que tu amigo Norberto cree hoy en estas cosas, aun cuando reconozca que está asentado sobre un tembladeral. En realidad, no soy buen teórico porque, como tú dices, las ideas no son absolutas; máxime tratando un tópico tan abstracto, e inencasillable, tan propenso a hacer pensar lo justo que resulta ese viejo axioma “De esta agua no he de beber”. Puedes sí tener la certeza de que te soy fiel en cuanto a la sinceridad que desde primer momento levantamos como emblema.
Que te decepcione, que opines que soy un exagerado, que te enojes (cosa que lamentaría), es algo que lastimosamente no puedo remediar. Me apena sí usar un lenguaje que pueda herir tu susceptibilidad, pero ten fe que habré de cuidarme en lo sucesivo.
Te agrego la boleta por la compra del libro de Terman y Merril. No recuerdo cuánto gasté antes, de manera que no sé si te estoy debiendo dinero. El libro venía con una cajita (se compra por separado y cuesta $350.-) con el material necesario para desarollar los trabajos. No la he comprado. Dime si debo hacerlo.
Hasta la próxima
Norberto