De Norberto a Elba – [Ciudad de Buenos Aires] 24 de abril de 1959

Dejémonos de retórica. Y olvida los temores previos a la lectura de alguna de mis cartas. Eso enferma al hijo. Es casi necesario que disintamos en algunos aspectos de nuestra charla, de los conceptos que exponemos en ella. Me disgustaría -y me aburriría- que tú estés de acuerdo en todo lo que yo digo o hago, y viceversa. Por eso es que no me disgustan del todo estos “embrollos” que se arman. Generalmente dejan un saldo.

De Norberto a Elba – [Ciudad de Buenos Aires] 19 de febrero de 1959

Cuando leía en tu carta lo que dices sobre los líos de celos que arman con toda premeditación y alevosía los novios modernos, me acordaba de un amigo… Le dice tantas mentiras a su novia que pienso que debe anotarlas para no «pisarse» al día siguiente. ¿Y por qué? Porque ella le pone trompita si él le dice que se va un rato a jugar al billar con los muchachos.
Como ella se enoja si le dice la verdad, entonces él le miente. Pero ella sabe que él le miente… aunque lo considera mejor; lo considera un signo de respeto hacia su amor. La conciencia de la mentira le proporciona a ella una felicidad enfermiza, morbosa, algo que acabará alguna vez degenerando en desgracia.